Recientemente, la Kombucha ha generado enorme interés en la cultura occidental, aunque su origen ancestral se sitúa en la dinastía Tsin, 220 a.C. Cuenta la leyenda, en Manchuria hace aproximadamente 2,000 años, la bebida fue creada por error cuando un consejero del emperador olvidó un recipiente lleno de té en su hogar, y así se logró fermentar durante los próximos días. Intrigado por el disco blanco que se había formado en la superficie del envase, el consejero valientemente probó la extraña mezcla. El sabor le resultó bastante peculiar, pero de ningún modo desagradable, por lo que decidió presentar su descubrimiento ante el emperador. No tardó mucho tiempo en que la Kombucha se convirtiera en una bebida popular en la población de China, y gracias a sus propiedades saludables, la Kombucha fue renombrada “El remedio para la inmortalidad”, además de ser utilizada como un estimulante durante las batallas del imperio.
Los demás países también se hicieron conscientes de los beneficios de la Kombucha. En 414 a.C, se documenta a un doctor coreano llamado Kombu, quien fue la primera persona fuera de China en utilizar la Kombucha para intentar curar al emperador japones Inkyo. Es posible que gracias a este doctor se haya originado el nombre de la bebida, especialmente tomando en cuenta que “cha” en japones significa “té”.
Mucho después, en Rusia se adoptó a la Kombucha como un remedio casero para el dolor estomacal. Comenzó a darse a conocer en Europa occidental, porque en 1800, Ukrania y Alemania siguieron el ejemplo de Rusia para utilizar el Kombucha como remedio casero. Para la primera guerra mundial, varias de las familias en Rusia y Alemania fermentaban té para mejorar su sistema inmune durante las terribles condiciones de guerra. Así comenzó la experimentación de recetas de Kombucha que, para el siglo 20, se comercializaron algunos de los deliciosos sabores de los que hoy en día disfrutamos.
Referencias
Günther, F. (2018). Kombucha - Healthy Beverage and Natural Remedy from the Far East. Austria: Ennsthaler Verlag.